(excerpt) Brian Eno, músico, discutido y discutible teórico y talentudo robacarteras, acuñó el término ambient a mediados de los 70. Con él definió una corriente musical, reposada y supuestamente experimental, destinada a crear y recrear entramados ambientales en armonia con el espacio fisico. El invento, claro, no tardó en ser pasto de abanderados de la New Age. Pero en los 90 el ambient también se ha convertido en un arma arrojadiza, el soporte sonoro idóneo para conceptos poco constreñibles a los dictados del ritmo bailable.

"Al hablar del fenómeno abient todo el mundo parece obsesionado con términos abstractos como 'universalismo', 'trascendencia', 'comunión espiritual' y otras vaguedades que desdibujan el contexto social en que viven artistas y oyentes - explica Terre Thaemlitz -. Como resultado, la música electrónica se encuentra reducida a un nivel masturbatorio de introspección subjetiva. Es necesario presentar una alternativa a estas formas estériles, desarrollar un discurso materialista, anti-espiritual, para analizar e interpretar la música electrónica".

Terre Thaemlitz: todo un homre del Renacimiento. Es músico, discjockey, licenciado en Identidad Politica y Teoria Cultural por la Cooper Union School of Art de Nueva York, propietario del sello Comatonse Recordings y transexual. En los últimos siete focalizado en la militancia gay y la grabación de discos excelsos, dos actividades que ha sabido complementar armoniosamente en una de las carreras más coherentes de la actualidad. Obras suyas como el reciente Institutional Collaborative (Mille Plateaux-So Dens, 1999), co-firmado junto a Jane Dowe, cuestionan la validez escapista del ejercicio musical moderno forzando un nexo consciente entre el oyente y su entorno sonoro; un universo cargado de significación politica, cultural, social y sexual que los poderes establecidos suelen despreciar abrumados por la información mucho más gráfica contenida en, por ejemplo, el habla y la literature.